25 DE MAYO DE 1810
Este día los cabildantes reconocieron la autoridad de la Junta Revolucionaria y así se formó el Primer Gobierno Patrio.
Viernes 18
El virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros publica un bando en el que pide al pueblo que se mantenga fiel a España, que había sido invadida por los franceses.
Sábado 19
Los criollos piden a las autoridades que se les permita realizar un Cabildo Abierto para tratar la situación.
Domingo 20
El virrey recibe a funcionarios del Cabildo, jefes militares y criollos, con quienes trata la convocatoria del Cabildo Abierto.
Lunes 21
El Cabildo invita a los principales vecinos a reunirse el día 22 en Cabildo Abierto.
Martes 22
El Cabildo abierto, después de largas discusiones, resuelve que el virrey cese en el mando.
Miércoles 23
El Cabildo forma una Junta de Gobierno con Cisneros como presidente.
Jueves 24
Día de indignación del pueblo al enterarse de que el Cabildo había decidido que Cisneros continuara en el mando. Renuncia de todos los miembros de la Junta.
Viernes 25
Los criollos, reunidos en la Plaza Mayor (actual Plaza de Mayo) y en busca de noticias, gritan: "el pueblo quiere saber de que se trata". Este día los cabildantes reconocen la autoridad de la Junta Revolucionaria y así se forma el Primer Gobierno Patrio.
Presidente Cornelio Saavedra
Secretarios Mariano Moreno Juan José Paso
Vocales Manuel Alberti Juan José Castelli Miguel de AzcuénagaJuan Larrea Manuel Belgrano Domingo Matheu
Secretarios Mariano Moreno Juan José Paso
Vocales Manuel Alberti Juan José Castelli Miguel de AzcuénagaJuan Larrea Manuel Belgrano Domingo Matheu
1811 Se inaugura en Buenos Aires la Pirámide de Mayo, cuya construcción se encargó al alarife Pedro Vicente Cañete. Se la reformó según un proyecto de Prilidiano Pueyrredón, quedando en su interior la primitiva. El vaso decorativo que la remataba fue sustituido por la Estatua de la Libertad que ahora presenta.
PIRAMIDE DE MAYO
Ubicada en el centro de la Plaza de Mayo
Es el primer monumento que tuvo la ciudad.
Construído en 1811, su nombre originario fue "Columna Del 25 de Mayo".
En 1856 fue remodelada por Prilidiano Pueyrredón, pintor y arquitecto argentino (1823-1870) quien conservó la primitiva pirámide en su interior.
En su cúspide se encuentra una figura que representa a "La Libertad", realizada por el escultor francés Doubourdieu.
La escultura antiguamente estaba rodeada por 4 esculturas que simbolizan: La Astronomía, La Navegación, La Geografía y la Industria, y que a partir de 1972 se encuentran en la esquina de Defensa y Alsina (Plazoleta San Francisco).
Ubicada en el centro de la Plaza de Mayo
Es el primer monumento que tuvo la ciudad.
Construído en 1811, su nombre originario fue "Columna Del 25 de Mayo".
En 1856 fue remodelada por Prilidiano Pueyrredón, pintor y arquitecto argentino (1823-1870) quien conservó la primitiva pirámide en su interior.
En su cúspide se encuentra una figura que representa a "La Libertad", realizada por el escultor francés Doubourdieu.
La escultura antiguamente estaba rodeada por 4 esculturas que simbolizan: La Astronomía, La Navegación, La Geografía y la Industria, y que a partir de 1972 se encuentran en la esquina de Defensa y Alsina (Plazoleta San Francisco).
1862
Muere en la pobreza Juana Azurduy, guerrera boliviana de heroica actuación en la Independencia del Norte. Al morir su esposo, Ascensio Padilla, asumió el mando de la guerrilla con el grado de Coronela. Vivió en Salta y reclamó inútilmente a Bolivia sus bienes confiscados. Nació en Chuquisaca (Alto Perú, hoy Bolivia) el 12 de julio de 1780.
Juana Azurduy
La Teniente Coronela
de Mario `Pacho´ O' Donnell
Juana nació en Chuquisaca. Eso no era nacer en cualquier lugar ya que dicha ciudad, que también recibía los nombres de La Plata o Charcas, era una de las más importantes de la América española.
Pertenecía al Virreynato del Río de La Plata desde 1776, igual que el resto del Alto Perú, y en ella residían nada menos que la Universidad de San Francisco Xavier, la Audiencia y el Arzobispado.
En los claustros de primera se formaron la mayoría de quienes protagonizaron la historia de las independencias argentina y altoperuana. Entre nuestros próceres cabe nombrar nada menos que a Castelli, Moreno, Monteagudo y otros.
Era una ciudad socialmente estratificada, desde la aristocracia blanca que podía alardear de antepasados nobles venidos desde la Península Ibérica hasta los cholos miserables que mendigaban por las empinadas calles empedradas o mal subsistían del "pongueaje" en las avaricientas casas señoriales. Entre ambos había sacerdotes, togados y concesionarios de mitas y yaconazgos enriquecidos fabulosamente con las cercanas minas de Potosí, a pesar de que sus vetas de plata habían ido agotándose con la explotación irracional que devoró miles y miles de vidas indígenas.
En la universidad circulaban las ideas de los neoescolásticos españoles -Vitoria, Suárez, Covarrubias, Mariana-, que prepararon el camino para la conmoción ideológica producida por la Enciclopedia Francesa,y las ideas de Rousseau. Fue allí donde nacieron las demandas de igualdad, libertad y fraternidad que comenzaron a conmover los cimientos de la dominación española en sus colonias virreinales del sur de América.
En las cercanías de Chuquisaca nació Juana Azurduy, y tal destino geográfico influyó decisivamente en su vida. Fue hija de don Matías Azurduy y doña Eulalia Bermudes.
Era niña agraciada que prenunciaba la mujer de la qué mentaríase su belleza. Una contemporánea, doña Lindaura Anzuátegui de Campero la describía así: "De aventajada estatura, las perfectas y acentuadas líneas de su rostro recordaban el hermoso tipo de las transtiberianas romanas".
Valentías Abecia historiador boliviano, señala que "tenía la hermosura amazónica, de un simpático perfil griego, en cuyas facciones brillaba la luz de una mirada dulce y dominadora". Esa indiscutible belleza será en parte responsable del carismático atractivo que doña Juana ejerció sobre sus contemporáneos.
Su madre, de allí su sangre mestiza, era una chola de Chuquisaca que quizás por algún desliz amoroso de don Matías Azurduy, se elevó socialmente gozando de una desahogada situación económica, ya que el padre de doña Juana era hombre de bienes y propiedades.
Juana heredaría de su madre las cualidades de la mujer chuquisaqueña: el hondo cariño a la tierra, la apasionada defensa de su casa y de los suyos, la viva imaginación rayana en lo artístico, la honradez y el espíritu de sacrificio. La conjunción de sangres en ella fue enriquecedora, pues llevaba la sabiduría de los incas y la pasión dé los aventureros españoles. Pues también mucho tuvo de la España gloriosa y esforzada por línea paterna, porque fue mujer de ambición y de sentido de grandeza, capaz de casi todo en la persecución de sus ideales.
Nació el 12 de julio de 1780, dos años después de un hermano muerto prematuramente, Blas. Quizás algo de los varoniles atributos que sin duda caracterizaron a doña Juana se debiera al duelo imposible por una pérdida irreparable que hizo que los padres le transfiriesen las características reales o idealizadas de quien ya no estaba. También es de imaginar que en una sociedad conservadora como la chuquisaqueña, don Matías y doña Eulalia hubiesen anhelado la llegada de otro varón para que perpetuase un apellido considerablemente noble y también para que en su adultez pudiese sustituir al padre en la administración de las propiedades familiares.
En aquella época, lo que resalta aún más la extraordinaria trayectoria de doña Juana, las mujeres estaban irremisiblemente condenadas al claustro monacal o al yugo hogareño.
De niña, Juana gozó en la vida de campo de libertades inusitadas para la época. Se crió con la robustez y la sabiduría de quien compartía las tareas rurales con los indios al servicio de su padre, a quienes observaba y escuchaba con curiosidad y respeto, hablándoles en el quechua aprendido de su madre y participando con unción de sus ceremonias religiosas.
En su vejez contaba que fue su padre quien le enseñó a cabalgar, incentivándola a hacerlo a galope lanzado, sin temor, y enseñándole a montar y a desmontar con la mayor agilidad. La llevaba además consigo en sus muchos viajes, aun en los más arduos y peligrosos, haciendo orgulloso alarde ante los demás de la fortaleza y de las capacidades de su hija. Sin duda se consolaba por el varón que el destino y el útero de su mujer le negaran. Así iba cimentándose el cuerpo y el carácter de quien más tarde fuese una indómita caudilla.
Vecinos de los Azurduy, en Toroca, eran los Padilla, también hacendados. Don Melchor Padilla era estrecho amigo del padre de Juana, y ellos y sus hijos se ayudaban en las tareas campestres y compartían las fiestas. Pedro y Manuel Ascencio, bien parecidos, francos y atléticos, forjados en la dura y saludable vida del campo, eran los jóvenes Padilla, y muy pronto entre Juana y Manuel Ascencio se despertó una fuerte corriente de simpatía.
La intensa relación cíe Juana con su padre se acentuó aún más con el nacimiento cíe una hermana, Rosalía, quien capturó la mayor parte de los desvelos maternos, en tanto don Matías terminaba de convencerse de que jamás sería bendecido con un hijo macho.
Siguiendo con las costumbres de la época, terminada su infancia, Juana se trasladó a la ciudad para aprender la cartilla y el catecismo, lo que hacía sin duda a contrapelo de su espíritu casi salvaje, enamorado de la naturaleza, de los indígenas y del aire libre, pero que también le confirió la posibilidad de desarrollar su inteligencia notable y le aportó las nociones para organizar el pensamiento lúcido que siempre la caracterizó.
Marcada por un sino trágico que la perseguiría toda su vida y que la condenaría a la despiadada pérdida de sus seres más queridos, su madre muere súbitamente cuando Juana cuenta siete anos sin que jamás pudiese enterarse de la causa misteriosa, por lo que su padre la llama nuevamente junto a él, al campo. Pero esto tampoco duraría mucho porque don Matías, enzarzado en un entrevero amoroso, muere también, violentamente, sospechándose que a mano de algún aristócrata peninsular que por su posición social pudo evadir todo escarmiento.
No es improbable que esta circunstancia de brutalidad y de injusticia, que la separó definitivamente de quien ella más amaba -y a quien ella más debía-, haya teñido el inconsciente de Juana de un vigoroso anhelo de venganza contra la despótica arbitrariedad de los poderosos.
La Teniente Coronela
de Mario `Pacho´ O' Donnell
Juana nació en Chuquisaca. Eso no era nacer en cualquier lugar ya que dicha ciudad, que también recibía los nombres de La Plata o Charcas, era una de las más importantes de la América española.
Pertenecía al Virreynato del Río de La Plata desde 1776, igual que el resto del Alto Perú, y en ella residían nada menos que la Universidad de San Francisco Xavier, la Audiencia y el Arzobispado.
En los claustros de primera se formaron la mayoría de quienes protagonizaron la historia de las independencias argentina y altoperuana. Entre nuestros próceres cabe nombrar nada menos que a Castelli, Moreno, Monteagudo y otros.
Era una ciudad socialmente estratificada, desde la aristocracia blanca que podía alardear de antepasados nobles venidos desde la Península Ibérica hasta los cholos miserables que mendigaban por las empinadas calles empedradas o mal subsistían del "pongueaje" en las avaricientas casas señoriales. Entre ambos había sacerdotes, togados y concesionarios de mitas y yaconazgos enriquecidos fabulosamente con las cercanas minas de Potosí, a pesar de que sus vetas de plata habían ido agotándose con la explotación irracional que devoró miles y miles de vidas indígenas.
En la universidad circulaban las ideas de los neoescolásticos españoles -Vitoria, Suárez, Covarrubias, Mariana-, que prepararon el camino para la conmoción ideológica producida por la Enciclopedia Francesa,y las ideas de Rousseau. Fue allí donde nacieron las demandas de igualdad, libertad y fraternidad que comenzaron a conmover los cimientos de la dominación española en sus colonias virreinales del sur de América.
En las cercanías de Chuquisaca nació Juana Azurduy, y tal destino geográfico influyó decisivamente en su vida. Fue hija de don Matías Azurduy y doña Eulalia Bermudes.
Era niña agraciada que prenunciaba la mujer de la qué mentaríase su belleza. Una contemporánea, doña Lindaura Anzuátegui de Campero la describía así: "De aventajada estatura, las perfectas y acentuadas líneas de su rostro recordaban el hermoso tipo de las transtiberianas romanas".
Valentías Abecia historiador boliviano, señala que "tenía la hermosura amazónica, de un simpático perfil griego, en cuyas facciones brillaba la luz de una mirada dulce y dominadora". Esa indiscutible belleza será en parte responsable del carismático atractivo que doña Juana ejerció sobre sus contemporáneos.
Su madre, de allí su sangre mestiza, era una chola de Chuquisaca que quizás por algún desliz amoroso de don Matías Azurduy, se elevó socialmente gozando de una desahogada situación económica, ya que el padre de doña Juana era hombre de bienes y propiedades.
Juana heredaría de su madre las cualidades de la mujer chuquisaqueña: el hondo cariño a la tierra, la apasionada defensa de su casa y de los suyos, la viva imaginación rayana en lo artístico, la honradez y el espíritu de sacrificio. La conjunción de sangres en ella fue enriquecedora, pues llevaba la sabiduría de los incas y la pasión dé los aventureros españoles. Pues también mucho tuvo de la España gloriosa y esforzada por línea paterna, porque fue mujer de ambición y de sentido de grandeza, capaz de casi todo en la persecución de sus ideales.
Nació el 12 de julio de 1780, dos años después de un hermano muerto prematuramente, Blas. Quizás algo de los varoniles atributos que sin duda caracterizaron a doña Juana se debiera al duelo imposible por una pérdida irreparable que hizo que los padres le transfiriesen las características reales o idealizadas de quien ya no estaba. También es de imaginar que en una sociedad conservadora como la chuquisaqueña, don Matías y doña Eulalia hubiesen anhelado la llegada de otro varón para que perpetuase un apellido considerablemente noble y también para que en su adultez pudiese sustituir al padre en la administración de las propiedades familiares.
En aquella época, lo que resalta aún más la extraordinaria trayectoria de doña Juana, las mujeres estaban irremisiblemente condenadas al claustro monacal o al yugo hogareño.
De niña, Juana gozó en la vida de campo de libertades inusitadas para la época. Se crió con la robustez y la sabiduría de quien compartía las tareas rurales con los indios al servicio de su padre, a quienes observaba y escuchaba con curiosidad y respeto, hablándoles en el quechua aprendido de su madre y participando con unción de sus ceremonias religiosas.
En su vejez contaba que fue su padre quien le enseñó a cabalgar, incentivándola a hacerlo a galope lanzado, sin temor, y enseñándole a montar y a desmontar con la mayor agilidad. La llevaba además consigo en sus muchos viajes, aun en los más arduos y peligrosos, haciendo orgulloso alarde ante los demás de la fortaleza y de las capacidades de su hija. Sin duda se consolaba por el varón que el destino y el útero de su mujer le negaran. Así iba cimentándose el cuerpo y el carácter de quien más tarde fuese una indómita caudilla.
Vecinos de los Azurduy, en Toroca, eran los Padilla, también hacendados. Don Melchor Padilla era estrecho amigo del padre de Juana, y ellos y sus hijos se ayudaban en las tareas campestres y compartían las fiestas. Pedro y Manuel Ascencio, bien parecidos, francos y atléticos, forjados en la dura y saludable vida del campo, eran los jóvenes Padilla, y muy pronto entre Juana y Manuel Ascencio se despertó una fuerte corriente de simpatía.
La intensa relación cíe Juana con su padre se acentuó aún más con el nacimiento cíe una hermana, Rosalía, quien capturó la mayor parte de los desvelos maternos, en tanto don Matías terminaba de convencerse de que jamás sería bendecido con un hijo macho.
Siguiendo con las costumbres de la época, terminada su infancia, Juana se trasladó a la ciudad para aprender la cartilla y el catecismo, lo que hacía sin duda a contrapelo de su espíritu casi salvaje, enamorado de la naturaleza, de los indígenas y del aire libre, pero que también le confirió la posibilidad de desarrollar su inteligencia notable y le aportó las nociones para organizar el pensamiento lúcido que siempre la caracterizó.
Marcada por un sino trágico que la perseguiría toda su vida y que la condenaría a la despiadada pérdida de sus seres más queridos, su madre muere súbitamente cuando Juana cuenta siete anos sin que jamás pudiese enterarse de la causa misteriosa, por lo que su padre la llama nuevamente junto a él, al campo. Pero esto tampoco duraría mucho porque don Matías, enzarzado en un entrevero amoroso, muere también, violentamente, sospechándose que a mano de algún aristócrata peninsular que por su posición social pudo evadir todo escarmiento.
No es improbable que esta circunstancia de brutalidad y de injusticia, que la separó definitivamente de quien ella más amaba -y a quien ella más debía-, haya teñido el inconsciente de Juana de un vigoroso anhelo de venganza contra la despótica arbitrariedad de los poderosos.
1908
Se inaugura en Buenos Aires el actual edificio del Teatro Colón, uno de los más importantes teatros líricos del mundo, obra de los arquitectos Víctor Meano y Julio Dormal, con frente principal sobre la calle Libertad.
1960 Se inaugura en Buenos Aires el Teatro Municipal General San Martín, en cuyo interior funcionan dos teatros y salas de exposiciones y de congresos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario