jueves, 7 de agosto de 2008

CLASE ALUSIVA 6 DE AGOSTO DE 1945


Michihico Hachiva ,y su esposa,autor del libro Yaeko en 1959,los relatos siguientes son parte del libro






La decisión mas destructiva y asesina en la historia de la humanidad




El Dr. Hachiya, Director del Hospital del Ministerio de Comunicaciones de Hiroshima, estaba en su casa a las 8:17 horas de la mañana del 6 de agosto de 1945. La sirena de la alarma aérea había dejado de sonar cuando una luz cegadora (la pika) lo llenó todo. Un viento abrasador se unió al derrumbe de su casa, situada a 1600 metros del punto donde la primera bomba atómica explotó, colgada de tres paracaídas, a 500 metros sobre el suelo de Hiroshima.
El Dr. Hachiya, y la mayoría de los sobrevivientes de la ciudad, no recuerda ningún ruido o explosión. Los habitantes de las zonas próximas a Hiroshima sí que recuerdan una violentísima explosión que acompañó al resplandor (pikadon) seguida de una enorme nube, de una “belleza” y color singular, que se elevaba hasta el cielo. Una nube nunca vista y que ahora todos reconocemos como el enorme “hongo” de la explosión de una bomba atómica
Malherido, el Dr. Hachiya y su esposa se dirigieron, como cientos de personas, hacia el Hospital de Comunicaciones, donde no sólo no pudo ayudar, sino que tuvo que ser atendido. Su estado fue calificado de muy grave y se temió por su vida pero, sorprendentemente fue restableciéndose y nos ha dejado su testimonio, humano y médico, de las primeras semanas en una ciudad arrasada por los efectos de la radioactividad.
Desconocedores de la naturaleza de la bomba, aislados del resto del Japón (destruidas todas las comunicaciones y por el temor a que las personas que acudiesen a Hiroshima tras la explosión corrieran la misma suerte que sus maltrechos supervivientes) el Dr. Hachiya elabora una teoría tras otra para explicar los incomprensibles síntomas que van sufriendo los pacientes y el personal refugiados en el hospital.
A las horribles quemaduras y lesiones traumáticas de la enorme honda explosiva saben cómo enfrentarse, pero el hospital carece de cualquier producto sanitario y está en ruinas tras la explosión y los incendios.
Escucha relatos de testigos de los efectos de la explosión que presencian fenómenos de personas “volatilizadas” cuyas figuras y sombras aparecen recortadas sobre el suelo.
Pacientes que se encontraban muy próximos al epicentro de la explosión (menos de 500 metros) no presentan heridas o quemaduras aparentes, pero mueren en pocas horas entre vómitos y heces sanguinolentas. El Dr. Hachiya piensa en los efectos de los bruscos cambios de la presión atmosférica.

Observa que las personas que se encontraban dentro de alguno de los pocos edificios oficiales de la ciudad construidos con hormigón armado para resisitir los terremotos, o aquellas que en el momento de la explosión se encontraban “protegidos” por algún obstáculo del foco de calor de la explosión han podido sobrevivir en los primeros minutos. Las partes del cuerpo cubiertas con vestidos blancos parecen haber sido protegidas de las quemaduras. Los tejidos negros y oscuros se han volatilizado dejando la piel horriblemente quemada, en algunos casos dejando impresos los dibujos de los estampados de las telas. Tanto el Dr. Hachiya como muchos de los ciudadanos de Hiroshima se encuentran desnudos tras la explosión, sin saber cómo se han esfumado sus vestidos.
Más tarde, el gran malestar general, debilidad, vómitos y diarrea sanguinolenta que aqueja a la mayoría de los pacientes le hace sospechar que han sido bombardeados con gérmenes de disentería.
A medida que la diarrea parece controlarse, los pacientes presentan úlceras purulentas en la boca y amígdalas.
Días después, comienzan a aparecer petequias puntiformes por todo el cuerpo. Las petequias crecen cada día. Muchos de los pacientes con petequias, hasta entonces aparentemente no afectados por la explosión, mueren en poco tiempo sin que logre explicarse la causa.
No sólo observa con preocupación la aparición de petequias. Los pacientes comienzan a perder el pelo. También relaciona este hecho con un peor pronóstico.
La llegada de un microscopio les proporciona la primera pista: cuanto más cerca del epicentro de la explosión estaba el paciente menos leucocitos tiene. Son estos pacientes los que mueren en primer lugar .
La llegada de algún otro médico les permite comenzar a hacer algunas autopsias (hasta ahora debían cremar los cadáveres para evitar epidemias y por respeto a los muertos). El interior de las víctimas está lleno de sangre que no coagula y las vísceras aparecen llenas de pequeños puntos hemorrágicos.
Al cabo de algunos días logran realizar recuentos de plaquetas, una técnica más compleja que la del recuento de leucocitos. Los pacientes con hemorragias prácticamente no tienen plaquetas. Las sospechas se dirigen ahora hacia la médula ósea, posiblemente afectada por la radiación.
En medio del caos, con una falta absoluta de material sanitario y de una mínima habitabilidad (el hospital está quemado, sin ventanas ni luz eléctrica), los médicos, enfermeras y personal del hospital dan un ejemplo de servicio y responsabilidad ante su comunidad, dentro de sus mínimas posibilidades.
El diario de Hachiya finaliza el día 30 de septiembre de 1945, depués de los primeros contactos con el personal médico americano.
Antonio de Lorenzo-Cáceres Ascanio.




6 de Agosto de 1945:BOMBA SOBRE HIROSHIMA

Hiroshima: La ciudad fue escenario del primer bombardeo atómico de la historia, el 6 de agosto de 1945, en el final de la Segunda Guerra Mundial, por la aviación de los Estados Unidos. Este acto bélico, cuya intención fue la culminación de La ultima Gran Guerra, produjo la muerte de 75.000 japoneses, dejando un saldo de casi 300.000 heridos, entre los cuales gran cantidad presenta variaciones y mutaciones genéticas debido a la radiación a la cual estuvieron expuestos. Los percances biológicos y anatómicos, por tanto, persisten hasta nuestros días dentro de la población japonesa.

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