martes, 7 de julio de 2009

EFEMERIDES 7 DE JULIO

7 de Julio de 1923
Nace en El Galpón (provincia de Salta), el notable guitarrista, compositor y cantor Eduardo Falú, autor de la música de difundidas composiciones populares como "Romance de la muerte de Juan Lavalle", "La Candelada", "Tonada del viejo amor" y "Llanto por el Chacho".

Fuente Foto y nota El Rincon del Guitarrista

Nació el 7 de julio de 1923 en El Galpón, provincia de Salta en la República Argentina. El Galpón es un pequeño pueblo, un antiguo lugar de carreteras hacia la provincia del Chaco, en el que Falú permaneció muy brevemente. Hijo de Juan Falú y Fada Falú, ambos sirios de igual apellido pero no parientes. "Mi padre -nos cuenta Falú- era bastante soñador. Nunca se enriqueció con su comercio. Andaba siempre con la Biblia, leía los versos en árabe, amaba la poesía. Aún percibo el olor de los lazos, cueros y quesos con que mi padre llenaba el carruaje donde viajábamos, resultado del trueque de las mercaderías rurales por productos regionales. Mi infancia - continúa en su relato - transcurre en el Departamento de Metán, allí tuve mi primer caballo, "El Potro". Al negocio de almacén cayeron un día, para la venta, unas guitarras. Entre ellas y los serruchos que colgaban se estableció, en los días de algún breve temblor de tierra, una especie de vibradora y temblorosa sinfonía, muy curiosa, que, a lo mejor, me introdujo en el mundo de la música…".
Atraído por esa curiosa sinfonía, a los 11 años ya tenía entre sus manos una guitarra, propiedad de su hermano mayor, Alfredo. Alfredo tomba clases con un profesor y Eduardo lo copiaba al pie de la letra, y así, sacó sus primeros tonos.
"La guitarra en esos tiempos - nos dice Falú - era cosa mal vista y una carta blanca para la farra. Con ella, conocí un mundo corajudo, un verdadero sainete costumbrista, y entreví mi destino guitarrero".
A los catorce años se muda con su familia de Metán a Salta donde la guitarra lo termina de conquistar para siempre. En Salta conoce a Arturo Dávalos y poco después a Jaime Dávalos, autor de innumerables poemas a los que Falú le pone música.
Se casa con doña Aída Nefer Fidélibus, a quien, cariñosamente, llama Nefer. La vida les da dos hijos: Eduardo y Juan José. Juan José, al igual que su padre, siente una gran afición por la guitarra y el canto.
De estatura sobresaliente, ojos verdes, tristones, inundados de esa nostalgia de árabe acriollado en una tierra que aprendió a amar, casi más que a sí mismo. De esa mirada que fluctúa entre la interrogación y el asombro, se desprende bondad y mansedumbre, y tal vez un dejo de altivez sin desafío, que deja al descubierto un alma verdaderamente límpida, frontal, sincera.
Falú escapa a todos los esquemas estereotipados de "bohemio", por el contrario, es un buen deportista al que le gusta nadar, cazar y volar. De ademanes serenos y reposados es, entre ajenos, un hombre serio, y entre amigos, de una cordialidad amistosa entrañable.
Es andariego, nostálgico, vehemente y ávido de saber. De fina intuición para adivinar la naturaleza y sentimientos de quienes lo rodean y elegir sus amistades con seguro instinto. A sus naturales cualidades, Falú ha sumado su disciplina, su responsabilidad, su cordura. Ha sabido ordenar el vuelo de su imaginación.
Su primera guitarra fue una de esas, como ya dijimos, que colgaba entre serruchos y cencerros y que sonaba con cada temblor del suelo salteño. Años más tarde la Antigua Casa Nuñez le hizo llegar una guitarra a Metán. De esa guitarra Falú nos cuenta: - "Al desembalarla y sentir el olor de la madera lustrada y al admirar el brillo que despedían su tapa, caja y clavija mecánico, me pareció ser el poseedor del instrumento más valioso del mundo".
Ya en Buenos Aires, conoce a un gran luthier, Francisco Estrada Gómez, buscador y creador de nuevas formas para lograr más volumen de sonido. La primera guitarra de doble fondo que él ideó y construyó, fue para Falú.
El propio Falú escribió: "Pocos instrumentos son capaces de expresar emoción, patetismo, alegría y todos los estados del alma con tanta fidelidad como la guitarra".
Eduardo Falú es un artista multifacético, aclamado de forma internacional, imposible de encasillar dentro de una sola idea. Es un refinado guitarrista, cantante consumado y un distinguido compositor. La calidad de su barítona voz, es admirada y amada en el mundo entero. Escucharlo, eleva y purifica.
La trayectoria artística de Eduardo Falú comieza en el ambiente familiar, más tarde se extiende a Buenos Aires, capital de la República Argentina, para luego conquistar y apasionar a los públicos más disímiles: América, Europa, Rusia, y Japón.
Como compositor, no sólo es el creador de obras modernas folclóricas, sino también de obras clásicas.
En su música se advierte una marcada influencia de las melodías de su provincial natal. Salta tiene ritmos propios: El Carnavalito, el Bailecito, la Cueca y algunos otros derivados de la combinación de la música india propia del lugar, y las melodías españolas que acompañaron a los conquistadores.
Si bien algunas de sus composiciones nos cuentan historias de los mineros bolivianos, los trabajadores en las zafras, los barqueros del Río Paraná, otras canciones nos relatan aspectos más universales de la humanidad: amor, muerte, soledad, coraje y la injusticia.
En el género épico de algunas de sus obras se refleja la herencia de viejas tradiciones. La música para el poema "Romance de la Muerte de Juan Lavalle", de Ernesto Sábato, refleja la lucha por la independencia.
En colaboración con Jorge Luis Borges (1899-1986) le da vida a "José Hernández" , -la pobreza del gaucho que habitaba las pampas argentinas.
Eduardo Falú ha creado música para más de un centenar de poemas, no sólo de Jorge Luis Borges y Jaime Dávalos, sino también de León Benarós, Manuel Castilla, Alberico Mansilla entre muchos otros.

7 de Julio

Día de la Conservación del Suelo

El 7 de julio se celebra el Día Nacional de la Conservación del Suelo, establecido en 1963 por decreto de la Presidencia de la Nación en memoria del Dr. Hugh Hammond Bennet. El Dr. Bennet fue un investigador estadounidense que trabajó constantemente en busca de la preservación de la integridad del recurso natural suelo, cuya importancia es vital para la producción agropecuaria. El suelo es un sistema dinámico y complejo cuya función no es sólo la de servir como soporte mecánico para el crecimiento de las plantas, sino que también es el medio a través del cual éstas toman el agua y los nutrientes que necesitan para su desarrollo. Por otro lado, el productor se "comunica" con el cultivo para lograr las respuestas que desea, mediante las prácticas de manejo del suelo que lleva a cabo (laboreo, riego, fertilización, etc.). Cuando un suelo se encuentra en condiciones adecuadas para cumplir con su función para la producción, se dice que es de buena calidad. El uso irracional del suelo genera una alteración de sus propiedades que puede hacer que pierda parcial o totalmente su capacidad de cumplir con su función. Este fenómeno de disminución o pérdida de calidad del suelo se denomina degradación. La erosión es el más grave de los procesos de degradación y se define como la pérdida de las capas más fértiles del suelo y, por ende, de gran parte de sus condiciones para producir. La misma puede ser producida por el agua (hídrica) o el viento (eólica). Por la acción de tales agentes climáticos, las capas superficiales son arrancadas de su emplazamiento original y transportadas hasta lugares a veces muy distantes. El suelo removido no podrá ser retornado, y tardará muchos años en volver a formarse. El resultado final de este proceso son tierras improductivas cuya condición es, en la gran parte de los casos, poco menos que irreversible. De las 280.000.000 has que abarca la Argentina, 112.000.000 has (40%) están afectadas en algún grado por procesos de degradación, principalmente por erosión. Tierras de alto valor para la producción agrícola, se encuentran hoy dañadas por los efectos de este proceso. Se estima que, para las zonas húmedas de nuestro país, la degradación por estas causas se incrementó a razón de 250.000 has/año en los últimos 30 años. En lo que respecta a la zonas áridas o semiáridas, más de 21.000.000 has se hallan afectadas por erosión eólica, con incrementos de 60.000 has/año en ese mismo período. El suelo es el principal capital con que cuenta el productor y por extensión, la comunidad toda, especialmente aquéllas que basan su economía en la producción agropecuaria. La responsabilidad de mantenerlo productivo no recae solamente sobre quienes estén directamente vinculados a su uso, sino también sobre aquellos otros miembros de la sociedad que de una u otra manera intervienen o influyen sobre el proceso productivo u obtiene beneficios a partir del mismo. El problema de la erosión existe y no puede ser negado; las alternativas no son muchas: o se deja que nuestros suelos vayan perdiendo gradualmente su capacidad de producir, o se decide conservarlos para asegurar la subsistencia de las generaciones futuras. Por eso es de verdadera importancia crear la inquietud para que en forma conjunta productores, contratistas, profesionales, estudiantes, docentes, empresarios y toda la comunidad en general tome conciencia de los riesgos que implica la pérdida de un recurso natural de tan vital importancia como lo es el suelo.

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