jueves, 10 de diciembre de 2009

Efemérides 9 de Diciembre


9 de Diciembre
1824:
Tiene lugar la batalla de Ayacucho, donde triunfaron las fuerzas comandadas por el general Antonio José de Sucre. Este triunfo selló la independencia de América del Sur.
La batalla de Ayacucho fue el último gran enfrentamiento dentro de las campañas terrestres de las guerras de independencia hispanoamericanas (1809-1826) y significa el final definitivo del dominio colonial español en América del sur. La batalla se desarrolló en la pampa de la Quinua en el Departamento de Ayacucho, Perú, el 9 de diciembre de 1824. La victoria de los independentistas supone la desaparición del contingente militar realista más importante que seguía en pie; sellando la independencia del Perú con una capitulación militar que puso fin al virreinato del Perú. La independencia del Perú fue finalmente reconocida por España mediante un tratado firmado en París el 14 de agosto de 1879.
Antecedentes.
En el año 1820 España entró en una debacle política por la sujeción del rey Fernando VII, y la restauración de la Constitución Liberal, apoyada por el general Rafael de Riego, quien sublevó la expedición de 20.000 soldados destinados al Río de la Plata para auxiliar a los realistas de América. Esto acabó para siempre con las expediciones de refuerzos de España, que desde entonces no se aprestaron para ningún lugar de América, y motivó que los dos grandes virreinatos, del Perú y de Nueva España, que hasta el momento habían contenido el avance de la revolución hispanoamericana tomasen caminos opuestos.
Mientras en México los monárquicos absolutistas afianzados tras destruir a los insurgentes, proclamaron su separación negociada de la
España Liberal mediante el Plan de Iguala, los Tratados de Córdoba y el pacto trigarante. En el Perú por el contrario, el virrey Pezuela estaba desacreditado por la derrota de la expedición de Mariano Osorio en Chile y debilitado por la expedición a Lima de José de San Martín. El virrey absolutista fue derrocado finalmente por el golpe militar del general José de la Serna el 29 de enero de 1821 en Aznapuquio, quien proclamó entonces su adhesión a la Constitución Liberal.
Los independentistas comenzaron en
Cerro de Pasco una prometedora campaña para derrotar al Ejército Real del Perú mandado por el virrey La Serna. Pero los realistas, bajo una sólida subordinación militar, destruyeron sucesivos ejércitos independientes. El primero en las campañas de Ica, comandado por los patriotas Domingo Tristán y Agustín Gamarra, un año después en las campañas de Torata y Moquegua aniquilaron la Expedición Libertadora dirigida por Rudecindo Alvarado, retirado José de San Martín tras la Entrevista de Guayaquil. El inesperado año 1823 terminaba con la destrucción de otro ejército patriota comandado por Andrés de Santa Cruz y Agustín Gamarra, en otra campaña abierta sobre Puno, que comenzó con la batalla de Zepita, que ocupó la ciudad de La Paz el 8 de agosto, consiguiendo llegar a Oruro en el Alto Perú. El virrey La Serna terminó la campaña de Zepita desbandando las tropas aisladas de Santa Cruz y recuperando Arequipa tras batir a Antonio José de Sucre, quien reembarcó a los colombianos el 10 de octubre de 1823, salvándose con sus tropas pero perdiendo la mejor parte de su caballería.
Finalmente, lo que restaba de optimismo se apagaba por las denuncias de traición contra los presidentes peruanos
José de la Riva Agüero y José Bernardo de Tagle. Riva Agüero deportó diputados del Congreso del Perú y organizó un congreso paralelo en Trujillo y luego de ser declarado reo de alta traición por el Congreso del Perú fue desterrado a Chile. En cambio Tagle buscaba firmar la paz sin batallas con el virrey La Serna por lo cual fue a entrevistarse con los realistas. Este acto fue considerado por Simón Bolívar como traición. Tagle dispuso que todas las fuerzas a su mando apoyaran a Bolívar para hacer frente al enemigo, mientras éste buscaba capturarlo para fusilarlo. José Bernardo de Tagle se refugió por los realistas en la asediada fortaleza del Callao.
Fue así que al culminar el año de 1823, a pesar de sus contundentes triunfos en los anteriores hechos de armas y mientras el recién llegado Bolívar escribía solicitando refuerzos de Colombia y preparaba activamente la que sería la campaña final contra el Ejército Real del Perú, la situación empezaba a tornarse crítica para los sostenedores de la causa del rey:

1828:
El general Lavalle derrota en Navarro a las fuerzas del coronel Manuel Dorrego.
1873:
El ministro de Guerra coronel Martín de Gainza sale en persecución del líder entrerriano Ricardo López Jordán y lo derrota completamente en la batalla de Don Gonzalo.

BATALLA DE DON GONZALO - 9 de diciembre de 1873 (Rebelión jordanista)
La "carnicería" de Don GonzaloEl 8 de diciembre de 1873 recibe López Jordán un parte que le anuncia la derrota de Carmelo Campos en el Talita, y decide vadear el arroyo Don Gonzalo, que según testimonio de Fotheringham en esa época estaba desbordado.“En el acto de tener conocimiento del desastre sufrido por el general Campos – relata López Jordán – traté de efectuar el pasaje del arroyo Don Gonzalo, y lo emprendí luchando dificultades incalculables, empleando en él lo que faltaba de la tarde y toda la noche” (Aníbal S. Vázquez. José Hernández en los entreveros jordanistas. Paraná, 1953)El día 9 de diciembre de 1873 se entabla la batalla de Don Gonzalo. Los “nacionales” lanzan el primer ataque a las cuatro y media de la tarde, resistido durante dos horas y media, que obligan a Gainza a replegarse sobre sus batallones de infantería. Pero no alcanzarían las lanzas, las bayonetas y el coraje entrerriano para resistir la artillería “prusiana” y los fusiles del “nuevo sistema”: “Cuatro pequeños batallones - relata López Jordán – estaban sufriendo el fuego nutrido y mortífero de cuatro grandes batallones de línea enemigos, armados de rico armamento de ´nuevo sistema´ y arrojándonos millares de balas explosivas” (Aníbal S. Vázquez. José Hernández en los entreveros jordanistas. Paraná, 1953) Eran las mismas “balas explosivas” que el caudillo entrerriano se negaba a usar para “no destruir” al enemigo.Y hablando de “no destruir” al enemigo, veremos ahora que pensaban y actuaban al respecto los “civilizados de Levita”: "El Teniente Saturnino E. García, que peleó en Don Gonzalo, afirma que el coronel Juan Ayala ordenó después de la batalla ´fusilamientos sobre el tambor´ y numerosas muertes a lanzazos, de tal modo que las bajas jordanistas aumentaron considerablemente después de la batalla. (Avelino J. Benítez. Perfiles de una vida. Buenos Aires. 1948)¡Linda manera de actuar de los señores liberales!...El entrerriano Domingo Tarragona, le hace cargo a Ayala en carta abierta a Sarmiento fechada en el distrito Alarcón de Gualeguaychú, el 10 de diciembre de 1878:“Los sucesos de San Juan concluyeron con Cepeda y Pavón, sin otro recuerdo que aquel célebre parte del general Sáa dando cuenta de las numerosas víctimas que había hecho “a lanza seca” mientras que los de 1870 y 73 dejaron cubierto el suelo entrerriano de sangre humana, cuyo olor mortífero aún tiene oprimido nuestros pulmones, y órdenes en que está patente el deseo de venganza, como aquellas sus cartas a gobernador Gelabert de Corrientes para fusilar y matar sin forma de juicio a todos los que fuesen jordanistas, y que Gelabert en un momento lúcido parece que tuvo hasta la repugnancia de ejecutar; los proyectos sangrientos y crueles que rechazó el Senado, ofreciendo primas que debían pagarse con los ahorros del pueblo, por las cabezas de López Jordán, los Querencios, etcétera, y los fusilamientos, sin forma de juicio, que quizá obedeciendo sus órdenes, ejecutó con bárbara impiedad y sangre fría el general Ayala, festejado la victoria y carnicería de “Don Gonzalo” en 1873” (Archivo del Dr. Carlos M. Querencio)Un loco sublimeIgnacio Hamílton Fotheringham nació en Southampton en 1842; se vinculó con Rosas y luego se trasladó a Buenos Aires con el propósito de trabajar en las estancias de Juan Nepomuceno Terrero. Aquí se incorporó al ejército y luchó como voluntario en la guerra del Paraguay. Posteriormente prestó servicios en la frontera y, en 1873, peleó, ya como oficial, contra el ejército entrerriano rebelde, comandado por Ricardo López Jordán. Volvió luego a las fronteras del sur y sureste de Córdoba, y en 1874 estuvo junto al general Roca, para batir al revolucionario Arredondo. Hizo la campaña del desierto junto a Levalle y en 1880 actuó nuevamente en los ejércitos antimitristas. En 1883 fue nombrado gobernador del Chaco y, en 1888, lo fue de Formosa. Alcanzó el grado de general de brigada y en 1908 publicó “La vida de un Soldado o Reminiscencias de las Fronteras”. A él le debamos muchos relatos y descripciones de los hechos sucedidos durante la rebelión jordanista, como el relatado por el mismo refiriéndose a un hecho sucedido después de la batalla de “Don Gonzalo”, digno de una historia romántica que no puede dejarse perder.Después de la batallade "Don Gonzalo", en que las tropas liberales “armados de rico armamento de ´nuevo sistema´, y arrojando millares de balas explosivas” provocaron el desbande de las tropas federales, Ignacio H. Fotheringham, que fue protagonista de dicha batalla, cuenta el siguiente relato heroico que no puede quedar en el olvido, y cuyo protagonista bien pudo ser cualquiera de los criollos que peleaban por la autonomía de su provincia arriesgando su pellejo sin pedir nada a cambio:“Solo, bien montado en un hermoso caballo moro – relata el autor de “La vida de un soldado” – se vino sobre el 10 de línea, pasando al lado de la caballería de Undavarrena, un jinete entrerriano, gallardo mozo, de no sé de donde ni nadie sabrá nunca; se golpeó en la boca, hizo rayar su flete y descargando una pistola que llevaba en la diestra, dio media vuelta y a todo escape regresó de donde vino. No he visto audacia e insolencia igual. Un hermoso acto y por hermoso quedó impune pues no quise que le hicieran fuego los granaderos, que ya iban a hacer una descarga; y se fue sombrero negro de cinta roja, traje de terciopelo; la cola del caballo hecha nudo entrelazada con cintas rojas. ¡Que curios tipo! No sé si sería un loco, pero si lo era, era un loco sublime”

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