4 de Agosto de 1841
Nace en el partido de Quilmes (provincia de Buenos Aires) el ornitólogo y escritor Guillermo Enrique Hudson. Escribió, entre otras obras, "Allá lejos y hace tiempo" y "Días de ocio en la Patagonia". Murió en Londres el 18 de agosto de 1922.
Hudson, Guillermo Enrique
Naturalista (ornitólogo) Nació en Quilmes (Buenos Aires) en 1841. Murió en Inglaterra en 1922. Guillermo Enrique Hudson nació y creció en el campo argentino, que recorrió en su juventud, observando detenidamente la naturaleza y a las aves en especial. Luego emigró a Inglaterra donde, sin abandonar su afición por la vida silvestre, emprendió una carrera literaria que lo colocó entre los mayores escritores de lengua inglesa de su tiempo. Hijo de padres norteamericanos, descendientes a su vez de ingleses, Hudson nació en Quilmes, Buenos Aires, en 1841. En las múltiples recorridas que hizo desde muy chico (primero, por los campos paternos, luego a caballo por la Provincia de Buenos Aires y finalmente por diversos lugares de la Argentina y el Uruguay) se interesó por sus habitantes, costumbres, historias, estado social, clima, topografía, vegetación y especies animales, sobre todo por las aves. En estos viajes de observación recogía muestras de diferentes especies animales y tomaba minuciosas notas que luego serían las bases de algunos de sus trabajos, todos ellos escritos en inglés. Cuando tenía veinticuatro años se contactó por carta -gracias a Germán Burmeister, entonces director del Museo de Ciencias Naturales de Buenos Aires- con los ornitólogos (especialistas en aves) Spencer Fullerton Baird -estadounidense- y Philip Lutley Sclater -secretario de la Zoological Society de Londres- y al poco tiempo comenzó a remitir parte de sus colecciones al Instituto Smithsoniano de Washington: lo enviado sumó un total de más de seiscientas pieles, correspondientes a ciento cuarenta y tres variedades autóctonas que desde allí fueron transferidas a la Zoological Society de Inglaterra. Esta institución registró en sus libros de actas tales envíos durante los años 1868 y 1869. Dos de aquellas especies fueron bautizadas con el nombre de su descubridor: Granioleuca hudsoni y Cnipolegus hudsoni. Años más tarde, Hudson conocería -también por intermedio de Burmeister- a Francisco Moreno, quien llegaría a ser un gran paleontólogo y geógrafo. Más allá de estos vínculos, Hudson no tuvo una relación continua con el mundo académico. No fue un científico de formación erudita; su obra se basó, sobre todo, en lo que pudo observar directamente alrededor suyo para extraer luego notables conclusiones. Tras haber analizado las costumbres de las aves patagónicas en el valle del Río Negro y de los churrinches y golondrinas en Buenos Aires, Hudson se ocupó de otras importantes especies ornitológicas y así nació su trabajo On the pipits of the Argentine Republic, uno de sus últimos trabajos realizados en Argentina. No están claros los motivos por los cuales en 1874, ya muertos sus padres, Hudson se embarcó hacia Inglaterra para no volver a su país natal. Pero la Argentina aparecerá en muchas de sus obras publicadas en Inglaterra. Considerado por algunos un precursor de la moderna ecología, Hudson ingresó en 1891 a la recién creada Sociedad Protectora de Pájaros, destinada a unificar los esfuerzos realizados anteriormente para combatir la matanza de garzas, aves del paraíso y otras especies, cuyo plumaje se utilizaba para adornar vestidos. Entre sus trabajos de orden científico pueden enumerarse: Argentine Ornithology, Aves Británicas y El naturalista en el Plata, etc. Su producción editorial se diversificó en los años siguientes y los temas científicos (naturalismo relativo a Argentina e Inglaterra) se alternarán con los autobiográficos, la ficción y los poemas, todo con gran éxito, colocándolo entre los mejores escritores de su tiempo. Hudson murió en 1922. Entre sus obras más importantes pueden nombrarse Allá lejos y hace tiempo, su autobiografía; La tierra purpúrea que Inglaterra perdió, novela cuyo titulo que hace referencia a Uruguay; Días de ocio en la Patagonia, relato de su viaje al valle de Río Negro y La selva maravillosa, su novela más famosa.
Fuente:Argirópolis Periodico Universitario
4 de Agosto,Tambien es el :
Naturalista (ornitólogo) Nació en Quilmes (Buenos Aires) en 1841. Murió en Inglaterra en 1922. Guillermo Enrique Hudson nació y creció en el campo argentino, que recorrió en su juventud, observando detenidamente la naturaleza y a las aves en especial. Luego emigró a Inglaterra donde, sin abandonar su afición por la vida silvestre, emprendió una carrera literaria que lo colocó entre los mayores escritores de lengua inglesa de su tiempo. Hijo de padres norteamericanos, descendientes a su vez de ingleses, Hudson nació en Quilmes, Buenos Aires, en 1841. En las múltiples recorridas que hizo desde muy chico (primero, por los campos paternos, luego a caballo por la Provincia de Buenos Aires y finalmente por diversos lugares de la Argentina y el Uruguay) se interesó por sus habitantes, costumbres, historias, estado social, clima, topografía, vegetación y especies animales, sobre todo por las aves. En estos viajes de observación recogía muestras de diferentes especies animales y tomaba minuciosas notas que luego serían las bases de algunos de sus trabajos, todos ellos escritos en inglés. Cuando tenía veinticuatro años se contactó por carta -gracias a Germán Burmeister, entonces director del Museo de Ciencias Naturales de Buenos Aires- con los ornitólogos (especialistas en aves) Spencer Fullerton Baird -estadounidense- y Philip Lutley Sclater -secretario de la Zoological Society de Londres- y al poco tiempo comenzó a remitir parte de sus colecciones al Instituto Smithsoniano de Washington: lo enviado sumó un total de más de seiscientas pieles, correspondientes a ciento cuarenta y tres variedades autóctonas que desde allí fueron transferidas a la Zoological Society de Inglaterra. Esta institución registró en sus libros de actas tales envíos durante los años 1868 y 1869. Dos de aquellas especies fueron bautizadas con el nombre de su descubridor: Granioleuca hudsoni y Cnipolegus hudsoni. Años más tarde, Hudson conocería -también por intermedio de Burmeister- a Francisco Moreno, quien llegaría a ser un gran paleontólogo y geógrafo. Más allá de estos vínculos, Hudson no tuvo una relación continua con el mundo académico. No fue un científico de formación erudita; su obra se basó, sobre todo, en lo que pudo observar directamente alrededor suyo para extraer luego notables conclusiones. Tras haber analizado las costumbres de las aves patagónicas en el valle del Río Negro y de los churrinches y golondrinas en Buenos Aires, Hudson se ocupó de otras importantes especies ornitológicas y así nació su trabajo On the pipits of the Argentine Republic, uno de sus últimos trabajos realizados en Argentina. No están claros los motivos por los cuales en 1874, ya muertos sus padres, Hudson se embarcó hacia Inglaterra para no volver a su país natal. Pero la Argentina aparecerá en muchas de sus obras publicadas en Inglaterra. Considerado por algunos un precursor de la moderna ecología, Hudson ingresó en 1891 a la recién creada Sociedad Protectora de Pájaros, destinada a unificar los esfuerzos realizados anteriormente para combatir la matanza de garzas, aves del paraíso y otras especies, cuyo plumaje se utilizaba para adornar vestidos. Entre sus trabajos de orden científico pueden enumerarse: Argentine Ornithology, Aves Británicas y El naturalista en el Plata, etc. Su producción editorial se diversificó en los años siguientes y los temas científicos (naturalismo relativo a Argentina e Inglaterra) se alternarán con los autobiográficos, la ficción y los poemas, todo con gran éxito, colocándolo entre los mejores escritores de su tiempo. Hudson murió en 1922. Entre sus obras más importantes pueden nombrarse Allá lejos y hace tiempo, su autobiografía; La tierra purpúrea que Inglaterra perdió, novela cuyo titulo que hace referencia a Uruguay; Días de ocio en la Patagonia, relato de su viaje al valle de Río Negro y La selva maravillosa, su novela más famosa.
Fuente:Argirópolis Periodico Universitario
4 de Agosto,Tambien es el :
Día del Cura Párroco-
LA HABANA, agosto - El día 4 de agosto es la fiesta de San Juan María Vianney, y ese día se celebra la fiesta de los párrocos.
San Juan María Vianney fue un santo verdaderamente excepcional. Padre de los pobres, sacerdote modelo, confidente y auxilio de los pecadores, amigo y director espiritual de personas de toda clase, hombre de oración, desbordado de amor, de humildad y paciencia.
De mucha formación y no muchas cualidades intelectuales, pero sí don un sentido atento para descubrir la mano de Dios en medio de la historia y de las gentes.
Por hacerse pequeño y servidor de todos en el cuidado de las almas, es proclamado como santo y patrono de los párrocos.
El Código de Derecho Canónico define así al párroco: "Es el pastor propio de la parroquia que se le confía, que le está encomendada bajo la autoridad del Obispo diocesano, en cuyo ministerio de Cristo ha sido llamado a participar, para que en esa comunidad cumpla las funciones de enseñar, santificar y regir, con la cooperación de otros presbíteros y diáconos, y con la ayuda de los fieles, conforme a la norma del derecho".
El párroco debe situarse en medio del mundo, con límites geográficos concretos, pero abierto a los cuatro vientos.
La principal tarea del párroco y de todo cristiano es la caridad. Caridad que no es hacer limosna, ni tampoco compadecerse, ni resignarse. No es cerrar los ojos y aceptar pasivamente que en nuestro país aumente por día la represión y el hostigamiento a los defensores de los derechos humanos, hacia los hombres y mujeres de buena voluntad que guiados por un ideal de justicia social trabajan en la construcción de la sociedad civil, cuando aumenta la frustración y el desaliento y muchos deciden arriesgar sus vidas para alcanzar un futuro más promisorio, cuando aumenta el número de suicidios en la juventud, cuando cada día que amanece se torna tan incierto.
El párroco debe ser un eterno insatisfecho. "Eterno" en ese sentido impropio, dentro de las coordenadas de tiempo y espacio ubicados en la gravedad de nuestro mundo.
El párroco debe ponerse "a priori" a favor del pobre, del que sufre, del incomprendido, del explotado, del que está abajo, del culpable.
Esta tarea es difícil. "Pasar por el mundo haciendo el bien", como resumió Pedro la vida de Jesús. Hay días en que nos parece imposible realizarlo con nuestras fuerzas humanas. Pero Jesús nos dijo que "estaría con nosotros hasta el fin del mundo".
Gracias damos a Dios por el regalo de San Juan María Vianney, gracias a este humilde cura por legarnos su ejemplo, que inspira el respeto, el amor, la comprensión hacia el sacerdote.
Gracias por haber ejercido sobre tantas almas un ascendiente increíble e irresistible, que nada humano ha podido explicar; gracias por regalarle a la Iglesia tu servicio generoso lleno de alegría, bondad y sencillez; gracias porque de ti muchos, que han sido llamados al ministerio sacerdotal, aprenden a mantener viva su parroquia en la fe y en el amor.
San Juan María Vianney fue un santo verdaderamente excepcional. Padre de los pobres, sacerdote modelo, confidente y auxilio de los pecadores, amigo y director espiritual de personas de toda clase, hombre de oración, desbordado de amor, de humildad y paciencia.
De mucha formación y no muchas cualidades intelectuales, pero sí don un sentido atento para descubrir la mano de Dios en medio de la historia y de las gentes.
Por hacerse pequeño y servidor de todos en el cuidado de las almas, es proclamado como santo y patrono de los párrocos.
El Código de Derecho Canónico define así al párroco: "Es el pastor propio de la parroquia que se le confía, que le está encomendada bajo la autoridad del Obispo diocesano, en cuyo ministerio de Cristo ha sido llamado a participar, para que en esa comunidad cumpla las funciones de enseñar, santificar y regir, con la cooperación de otros presbíteros y diáconos, y con la ayuda de los fieles, conforme a la norma del derecho".
El párroco debe situarse en medio del mundo, con límites geográficos concretos, pero abierto a los cuatro vientos.
La principal tarea del párroco y de todo cristiano es la caridad. Caridad que no es hacer limosna, ni tampoco compadecerse, ni resignarse. No es cerrar los ojos y aceptar pasivamente que en nuestro país aumente por día la represión y el hostigamiento a los defensores de los derechos humanos, hacia los hombres y mujeres de buena voluntad que guiados por un ideal de justicia social trabajan en la construcción de la sociedad civil, cuando aumenta la frustración y el desaliento y muchos deciden arriesgar sus vidas para alcanzar un futuro más promisorio, cuando aumenta el número de suicidios en la juventud, cuando cada día que amanece se torna tan incierto.
El párroco debe ser un eterno insatisfecho. "Eterno" en ese sentido impropio, dentro de las coordenadas de tiempo y espacio ubicados en la gravedad de nuestro mundo.
El párroco debe ponerse "a priori" a favor del pobre, del que sufre, del incomprendido, del explotado, del que está abajo, del culpable.
Esta tarea es difícil. "Pasar por el mundo haciendo el bien", como resumió Pedro la vida de Jesús. Hay días en que nos parece imposible realizarlo con nuestras fuerzas humanas. Pero Jesús nos dijo que "estaría con nosotros hasta el fin del mundo".
Gracias damos a Dios por el regalo de San Juan María Vianney, gracias a este humilde cura por legarnos su ejemplo, que inspira el respeto, el amor, la comprensión hacia el sacerdote.
Gracias por haber ejercido sobre tantas almas un ascendiente increíble e irresistible, que nada humano ha podido explicar; gracias por regalarle a la Iglesia tu servicio generoso lleno de alegría, bondad y sencillez; gracias porque de ti muchos, que han sido llamados al ministerio sacerdotal, aprenden a mantener viva su parroquia en la fe y en el amor.
Rev. Pedro Crespo Jiménez, Grupo Decoro
Día del Empleado Panadero
Dice la historia que el pan ha sido el elemento más importante en la alimentación de la Humanidad desde tiempos remotos. Se han encontrado panes de 5.000 años antes de Jesucristo en excavaciones en el antiguo Egipto. En la Biblia hay numerosas referencias al pan. "Ganarás el pan con el sudor de tu frente", o bien, "Si el vino regocija el corazón del hombre, es el pan el que lo fortalece." En la antigüedad, eran las mujeres las encargadas de hacer el pan, pero en la Roma clásica, eran los artesanos los encargados de hacer la masa, cocerlo y venderlo. El pan se elaboró siempre a mano, hasta 1787, en que se probaron las primeras amasadoras en Viena y Holanda. Ya en este siglo los hornos eléctricos o a gas, revolucionaron el arte de hacer pan, aunque el tradicional horno a leña sigue siendo insustituible.
Al día de hoy, millones de seres piden a diario, "el pan nuestro de cada día" y esa mezcla de harina, agua, levadura y un poco de sal, convierte al panadero en una especie de secretario de nuestro Señor. Es él quien proporciona aquel pan humildemente solicitado.
Gracias a las manos del panadero que, casi de noche, está presto en su lugar, aquella masa cruda y fría, se transforma en un delicioso pan tibio y humeante al amanecer. Aquel pan es capaz de saciar el hambre de todos aquellos que lo pidieron: huérfanos, pobres, hombres, mujeres, niños, la mayoría de los seres hambrientos de la humanidad.
Hay, sin embargo, un sector de la tierra donde su gente no conoce el pan. Es China. Su árida tierra no permite el cultivo del trigo y por lo tanto sus habitantes no conocen el pan, sino el arroz.
Pero no comparemos el pan con el arroz. El pan es un alimento que no cansa. Nunca nos cansará. Es insustituible.
A medio día si tienes hambre, te digo :"¿Quieres un pedazo de pan?"- y tú lo aceptas como un manjar privilegiado, mil veces mejor que un pastel o un trozo de torta.
Son las siete de la mañana. Es hora del desayuno. Humea el café. El panadero, hechicero del horno y de la harina, de la levadura, el agua y la sal, ha llegado. Toca a mi puerta y me avisan: "¡Señora, llegó el pan!"
Pili García-Tello.
Agosto,2001.
Al día de hoy, millones de seres piden a diario, "el pan nuestro de cada día" y esa mezcla de harina, agua, levadura y un poco de sal, convierte al panadero en una especie de secretario de nuestro Señor. Es él quien proporciona aquel pan humildemente solicitado.
Gracias a las manos del panadero que, casi de noche, está presto en su lugar, aquella masa cruda y fría, se transforma en un delicioso pan tibio y humeante al amanecer. Aquel pan es capaz de saciar el hambre de todos aquellos que lo pidieron: huérfanos, pobres, hombres, mujeres, niños, la mayoría de los seres hambrientos de la humanidad.
Hay, sin embargo, un sector de la tierra donde su gente no conoce el pan. Es China. Su árida tierra no permite el cultivo del trigo y por lo tanto sus habitantes no conocen el pan, sino el arroz.
Pero no comparemos el pan con el arroz. El pan es un alimento que no cansa. Nunca nos cansará. Es insustituible.
A medio día si tienes hambre, te digo :"¿Quieres un pedazo de pan?"- y tú lo aceptas como un manjar privilegiado, mil veces mejor que un pastel o un trozo de torta.
Son las siete de la mañana. Es hora del desayuno. Humea el café. El panadero, hechicero del horno y de la harina, de la levadura, el agua y la sal, ha llegado. Toca a mi puerta y me avisan: "¡Señora, llegó el pan!"
Pili García-Tello.
Agosto,2001.
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